Manel Galià

Manel Galià nació en Barcelona en el seno de una familia de artistas y pasó toda su infancia en este ambiente artístico.

metamorfosis renacimiento

Pasa mucho tiempo en el estudio de su padre, observándole y ayudándole. A menudo, da los primeros toques a los lienzos en blanco, y su padre continúa el trabajo iniciado por el niño.

Alejándose del modelo de su padre, Narcís Galià, pintor y profesor de Bellas Artes en Barcelona, Manel, después de estudiar en Bellas Artes, elige un camino más personal.

Al principio emprende con éxito una carrera de pintor, pero poco a poco abandona la pintura, considerando que no le permite realizarse plenamente. Se decanta por la escultura. A través de la escultura, adquiere un modo de expresión propio.

Hay en él algo de art brut y de art singulier que nos conmueve profundamente.


Manel ha sido capaz de distanciarse de sus maestros y escapar de los confines del academicismo, tocando a las raíces del Ser para transmitir emoción.


Me fascinó la obra de Manel porque, como los verdaderos artistas, Manel es un visionario. Al igual que los chamanes que me fascinaban en Centroamérica (mi amigo escritor Ernesto Endara dice amablemente que me hechizaron los espíritus de la Selva), Manel Galià parece estar conectado con el mundo invisible.

Sus esculturas, que giran con gracia, parecen la materialización de un mundo onírico, un mundo al que somos sensibles pero que sólo unos pocos elegidos o artistas son capaces de percibir de forma más intuitiva.

Las esculturas de Manel evocan nuestros estados de ánimo, invitándonos a la introspección y a la fantasía. La figura sentada en medio banco, las parejas abrazadas que evocan una ternura infinita, los soñadores recostados y los cuerpos que giran con gracia o tristeza.

Aunque el cuerpo haya sido tantas veces abordado por los artistas, Manel Galià consigue expresar la esencia de los sentimientos con gracia, sensibilidad y clarividencia.

Nos invita a la contemplación introspectiva.

Cada escultura nos resuena en nosotros.

Más allá de nuestros estados de ánimo, tan sensiblemente retratados por el artista, percibo también a esos seres invisibles que nos acompañan y protegen.

Creo que el azar no existe.

Manel Galià capta ese momento de extrema fragilidad que todos llevamos dentro, ese instante en el que, a punto de caer tras un tropiezo, somos capaces de acceder a una nueva vida.

¿Metamorfosis? ¿Renacimiento?


Corinne Bally